miércoles, 31 de marzo de 2010

Decimotercera estación del Via Crucis en Jerusalén

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre.
Entre el altar católico donde Jesús es clavado en la Cruz, y el altar ortodoxo donde Jesús muere, hay otro pequeño altar con una escultura de la Santísima Virgen que lleva por nombre "Nuestra Señora de los Dolores". Está en la zona católica. Aparece Nuestra Madre con una espada. que le atravíesa el alma. Es una representación muy piadosa de madera pintada. Se talló en 1778. Esta imagen fue un reglalo de la reina María de Portugal. Después la fueron enriqueciendo con joyas regalo de peregrinos que iban dejando sus donativos con ese fin en el Santo Sepulcro.
Allí estaría nuesra Santísima Madre, rota de dolor, contemplando a su Hijo ya muerto por nosotros. Allí le dejarían en sus brazos. Allí se cumplirían las palabras de Simeón: "una espada traspasará tu alma". Muchas veces me he encontrado gente rezando frente a esa imagen, de pie o sentados, apoyándose en la columna que hay enfrente de este altar.
Habitualmente suelo hacer el Via Crucis de San Josemaría y cuando llego a esa estación leo y medito las siguientes palabras:
"Anegada en dolor, está María junto a la Cruz. Y Juan, con Ella. Pero se hace tarde, y los judíos instan para que se quite al Señor de allí. Después de haber obtenido de Pilatos el permiso que la ley romana exige para sepultar a los condenados, llega al Calvario un senador llamado José, varón virtuoso y justo, oriundo de Arimatea. El no ha consentido en la condena, ni en lo que los otros han ejecutado. Al contrario, es de los que esperan en el reino de Dios (Lc XXIII,50- 51). Con él viene también Nicodemo, aquel mismo que en otra ocasión había ido de noche a encontrar a Jesús, y trae consigo una confección de mirra y áloe, cosa de cien libras (Ioh XIX,39).
Ellos no eran conocidos públicamente como discípulos del Maestro; no se habían hallado en los grandes milagros, ni le acompañaron en su entrada triunfal en Jerusalén. Ahora, en el momento malo, cuando los demás han huido, no temen dar la cara por su Señor. Entre los dos toman el cuerpo de Jesús y lo dejan en brazos de su Santísima Madre. Se renueva el dolor de María. ¿A dónde se fue tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿A dónde se marchó el que tú quieres, y le buscaremos contigo? (Cant V,17). La Virgen Santísima es nuestra Madre, y no queremos ni podemos dejarla sola."

sábado, 27 de marzo de 2010

Duodécima estación del Via Crucis en Jerusalén

Duodécima estación: Jesús muere en la Cruz.
Habitualmente para acceder desde la zona católica a la ortodoxa y poder besar en el lugar del agujero de la Cruz, hay que hacer una cola más o menos larga. Suele llegar hasta el altar de la zona católica. Cerca del lugar de la crucifixión siempre hay un pope ortodoxo velando por el lugar y cuidando del orden. Poco antes de llegar se pueden ver a la derecha unas cristaleras que protegen la roca del Calvario, y a través de las cuales se puede vislumbrar la impresionante grieta que se produjo con el terremoto que hubo cuando murió el Señor. Al llegar frente al lugar central, delante del altar, se debe hacer una genuflexión, pues es el sitio de la Cruz. Pero además, hay un lignum crucis -trozo del leño de la Cruz- en la Custodia que se encuentra encima del altar. También nos contó un pope ortodoxo que, aunque no se ve, tienen habitualmente al Santísimo reservado en esa Custodia. Al llegar el turno uno se introduce debajo del altar, de rodillas, y avanzando unos centímetros se accede al agujero de la Cruz. Enfrente hay un icono de Jesucristo. Allí se puede besar alrededor de ese hueco que sobresale. También es posible meter el brazo en el agujero, y haciendo un poquito de esfuerzo tocar el fondo, y palpar -de esa manera- la roca del Calvario donde se apoyó la Cruz.
Normalmente, sobre todo si hay mucha gente, se procura rezar con intensidad y salir rápido. Recuerdo una vez en la que estaba prácticamente sólo en el Calvario. No había cola. Me metí debajo del altar y aproveché para rezar más rato. Cuando llevaba un minuto el pope ortodoxo me dijo: -Enough (suficiente). Tuve que salir, muy a mi pesar. Alguna vez he predicado esto refiriéndome al alma sacerdotal que los cristianos tenemos. Todos los bautizados tenemos alma sacerdotal, porque el bautismo nos configura con Cristo sacerdote. Además este año estamos en el año del sacerdocio y podemos no sólo rezar por los sacerdotes, sino luchar por ejercitar más y mejor cada uno nuestra alma sacerdotal. Para ello hemos de procurar tener los mismos sentimientos que Jesucristo, amar cada vez más la Santa Misa, ofrecer muchos pequeños sacrificios a lo largo del día, y procurar no decir nunca basta (suficiente). Este es el propósito que podemos sacar en esta estación: entregarnos con y como Jesús -hasta el final- en los pequeños sacrificios que podemos ofrecer a lo largo del día, y uniéndolos a la Santa Misa.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Undécima estación del Via Crucis en Jerusalén

Undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz.
Nos adentramos hacia el fondo de la nave, todavía en la zona católica. Allí hay un altar donde los sacerdotes católicos pueden celebrar la Santa Misa. El retablo impresionante, pues se trata de un mosaico de grandes proporciones en el que se representa ese momento en que Jesús fue clavado en la Cruz.
En la homilía de una Misa que pude celebrar allí hace poco -como se ve en la fotografía- explicaba lo fácil que nos resulta imaginar la escena, y cuánto ayuda para convertirse el pensar -meditar- en lo que sufrió el Señor por nosotros. Me acordaba de lo que le pasó a un judío ultraortodoxo que pasó por una calle de la ciudad antigua de Jerusalén. En el interior de una tienda se estaba proyectando la película de la Pasión dirigida por Mel Gibson. En ese momento tenía lugar la escena en que clavan al Señor en la Cruz. El hombre se detuvo impresionado al contemplar esa imagen. Al llegar a su casa buscó en internet cristianismo, y dio con la dirección de un sacerdote católico con el que se puso en contacto. Ha seguido y sigue conociendo poco a poco a Jesucristo. Todo por ver esta imagen que se le quedó tan grabada. Santa Teresita tuvo una conversión al ver una mano llagada del Señor en una estampa que sobresalía de un libro. Nosotros también podemos tener un encuentro especial con Jesús al verle clavado en la Cruz.

sábado, 20 de marzo de 2010

Décima estación del Via Crucis en Jerusalén

Décima Estación: Jesús fue despojado de sus vestiduras.
Las cinco últimas estaciones del Vía Crucis se recuerdan dentro de la Basílica del Santo Sepulcro. Para entrar llegando desde la novena estación hay dos opciones: la primera es la que sigue el Via Crucis oficial que hacen el viernes los franciscanos, y que consiste en volver al zoco para seguir por la via pública. Pero hay otra opción más corta, que consiste en pasar a través del convento etíope, visitando a nuestro paso sus dos capillas, y saliendo desde la capilla copta de San Miguel directamente al patio de entrada de la Basílica.
Nada más cruzar la puerta de entrada a la Basílica del Santo Sepulcro, a la derecha hay unas escaleras que suben al lugar del Calvario. Se trata de una escalera de piedra que sube en forma de caracol y que es poco cómoda de subir por ser estrecha y empinada. Una vez arriba se puede rezar esta estación. Es fácil imaginarse la escena en la que Jesús es despojado de sus vestiduras para ser clavado en la Cruz. Al fondo a la izquierda se levantaría la Cruz. Quizá al fondo, donde está el mosaico se situaría la Cruz tumbada y preparada para clavar al Señor allí. Y posiblemente donde nos encontramos, nada más subir las escaleras -arriba ya del monte-, a Jesús le quitaron las vestiduras.
Podemos imaginar la escena como San Josemaría Escrivá de Balaguer hace en la décima estación de su "Via Crucis":
"Al llegar el Señor al Calvario, le dan a beber un poco de vino mezclado con hiel, como un narcótico, que disminuya en algo el dolor de la crucifixión. Pero Jesús, habiéndolo gustado para agradecer ese piadoso servicio, no ha querido beberlo (cfr. Mt XXVII,34). Se entrega a la muerte con la plena libertad del amor. Luego, los soldados despojan a Cristo de sus vestidos. Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite (Is I,6).
Los verdugos toman sus vestidos y los dividen en cuatro partes. Pero la túnica es sin costura, por lo que dicen:
- No la dividamos; mas echemos suertes para ver de quién será (Ioh XIX,24).
De este modo se ha vuelto a cumplir la Escritura: partieron entre sí mis vestidos y sortearon mi túnica (Ps XXI,19). Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra
".

miércoles, 17 de marzo de 2010

Novena estación del Via Crucis en Jerusalén

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez.
La situación en la actualidad de las estaciones octava y novena fuera del camino nos lleva a pensar que, en aquel tiempo, habría una calle más directa que se dirigía hacia el Calvario. Para llegar a la novena estación desde la octava, hay que volver al zoco y tomar la dirección sur hasta encontrar, a la derecha, una escalera de piedra que sube hasta el convento etíope, que ocupa las ruinas de un Claustro Canónico del siglo XII. Una vez arriba se debe bordear el muro de ese convento hasta el final del callejón a la derecha. Una columna situada en el rincón izquierdo, entre la entrada del convento copto llamado de "San Miguel" -que se encuentra de frente- y la puerta del patio de los etíopes, señala el lugar de la estación IX. La columna es de la época romana, y aquí considera la tradición que, poco antes de llegar a la gran roca del Calvario, el Señor caería por tercera vez. Se puede ver el sitio, pues en la foto está marcado por el disco que se encuentra encima de la cruz apoyada en la pared. Desde aquí se puede ver, arriba al frente, la cúpula de la Basílica del Santo Sepulcro, y, por tanto, es fácil imaginarse lo cerca que nos encontramos de lo que sería la gran roca del Calvario.
Incluyo aquí un croquis de la localización de las distintas estaciones. Ayudará a recorrer el Via Crucis a través de la via dolorosa hasta llegar a la Basílica del Santo Sepulcro.

sábado, 13 de marzo de 2010

Octava estación del Via Crucis en Jerusalén

Octava Estación: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén. A muy pocos metros de la séptima estación se encuentra la octava. Está en la calle que sube en dirección oeste, y que lleva por nombre calle de San Francisco. A unos pocos metros, en el muro de la izquierda se puede observar un disco de bronce con el número romano VIII. Debajo hay una cruz que sobresale un poco de la pared y que marca el sitio. Los cristianos del lugar al pasar por ahí tocan esa cruz y se besan la mano. Gesto típico árabe. Está en el muro exterior del monasterio griego ortodoxo, que lleva por nombre "Monasterio de San Caralambos". Por tanto, esta estación sólo la marca está sencilla cruz, que está tallada en el muro ya ennegrecida por el tiempo. En la foto mostramos el número que señala la estación, y la cruz a la que nos hemos referido, que se encuentra justo debajo del VIII.
Aquí el Señor les dirige unas palabras a esas mujeres de Jerusalén que le seguían compungidas. Esto es lo que les dijo según recogen los Evangelios:
"Un gran número de personas lo seguían, y entre ellos las mujeres que se golpeaban sus pechos y gemían. Pero Jesús se dirigió a ellas y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: «Felices las mujeres que no tienen hijos. Felices las que no dieron a luz ni amamantaron.» Entonces dirán: «¡Que caigan sobre nosotros los montes, y nos sepulten los cerros!» Porque si así tratan al árbol verde, qué harán con el seco?»" (San Lucas 23:27-32).

miércoles, 10 de marzo de 2010

Séptima estación del Via Crucis en Jerusalén

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez.
Subiendo la calle en cuesta desde la sexta estación se llega a otra transversal que viene de la puerta de Damasco y que se llama Khan ez-Zait. Esta calle sigue el trazado norte-sur del antiguo Cardo romano. Se trataba de la calle principal tanto en las épocas romana como bizantina. Al llegar a la confluencia de estas dos calles, nos encontramos enfrente con la estación que señala el sitio donde tuvo lugar la segunda caída del Señor.
Una capilla católica marca el lugar donde la tradición sostiene que Jesús cayó por segunda vez al salir fuera de la ciudad a través de esta puerta. El lugar está señalado con un pilar situado entre la Vía Dolorosa y la pintoresca calle del Mercado. Esta capilla es propiedad de los franciscanos. Como muchas de las otras capillas se abre los viernes a la hora del Via Crucis y en pocos momentos más. Encima de la puerta se lee en números romanos: "Septima estación". Al entrar hay una primera estancia muy pequeña, con un altarcito. Ahi se puede observar una columna que está desde la época del Señor y que formaba parte de los pórticos que flanqueaban el Cardo romano. Esa columna la vería Nuestro Señor a su paso por aquel lugar. Entrando a la derecha se puede acceder -bajando un poco- a otra Capilla más espaciosa. Como se puede observar en la fotografía las paredes son de piedra, hay un altar en el centro para poder celebrar la Santa Misa, y como retablo una imagen del Señor cayendo bajo el peso de la Cruz.

sábado, 6 de marzo de 2010

Sexta estación del Via Crucis en Jerusalén

Sexta estación: Verónica enjuga el rostro de Jesús.
Esta capilla pertenece a la congregación llamada de las hermanas pequeñas de Jesús. Son monjas católicas de rito melquita. La capilla corresponde a la época del periodo cruzado. Esta estación se halla aproximadamente a mitad de la calle que sube desde el Tiropeón; está señalada por un fragmento de columna que se encuentra metido en el muro de la izquierda. Se puede apreciar en la fotografía.
La Iglesita se llama de Santa Verónica y está en el lugar donde la santa utilizó su velo para limpiar el rostro de Cristo. Se encuentra en el sitio donde se cree que Verónica vivía en aquel entonces. En 1883, el lugar se pone al cuidado de los Griegos católicos o de rito melquita.
En esta estación hay un conjunto escultórico del siglo XIX en el que se aprecia a la Verónica ofreciéndole el velo al Señor. También dentro de la iglesia se puede visitar la tumba de esta santa. Además está la reliquia de este encuentro: el pañuelo de seda con el que, según la tradición, la Verónica limpió el rostro del Señor, y en el que sus facciones quedaron impresas. Es difícil saber si es el verdadero, pues actualmente existen diferentes iglesias que aseguran conservar el llamado velo del Santo Rostro.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Quinta estación del Vía Crucis en Jerusalén

Quinta Estación: Simón de Cirene ayuda a llevar la Cruz de Jesús
En el cruce entre Tariq Wad y Tariq al-Alam, se encuentra una capillita franciscana construida en el siglo XIX, que señala el sitio donde Simón de Cirene cargó la Cruz. La calle Tariq al-Alam es una de las calles más características de la Jerusalén antigua. Desde este punto, la Vía Dolorosa comienza la ascensión hacia el Gólgota, se empina, y llama la atención al peregrino al meditar el via crucis y pensar lo que le quedaba por recorrer al Señor, ya muy debilitado. Muchas veces al llegar a esta estación con peregrinos y ver las escaleras alargadas que suben, han comentado: -Por vaya subida tuvo que llevar la Cruz. Se entiende que los soldados al ver la pendiente y comprobar que no iba a poder solo, echaran mano de un hombre fuerte que pasaba por allí.
Una inscripción en el arquitrabe de una puerta indica el lugar del encuentro entre Jesús y Simón el Cirineo. Este episodio es recogido en los tres Evangelios sinópticos.